Cecilia Carreras: rasgar el velo para llegar a donde galopa la sangre
- Patricia Slukich
- 18 nov 2024
- 10 Min. de lectura

La piel. Esa superficie que nos abarca por completo, que nos convierte tierra adentro en un enigma para los otros, para nosotros. La piel.
Ese velo que se vuelve corteza, coraza, armadura, invitación a la caricia, caparazón, textura, recipiente; según la ocasión, los contextos, los tiempos, los sentires.
Rasgar la piel implica el peligro del desborde de aquello que es vital e insustituible.
Rasgar la piel puede ser un acto de ternura, de violencia o de sinceramiento.
Rasgar la piel puede ser también un viaje hacia lo desconocido, un sumergirse al interior blando y líquido que late en la oscuridad, siempre en revolución interconectada.
Rasgar la piel para bucear entre la fluidez tibia hasta llegar al corazón, hasta la esencia, hasta lo no dicho. Un vértigo.
"Habitar la piel", la nueva exposición de la artista visual Cecilia Carreras invita a todos estos estados, estos peligros, estas soprendentes develaciones sobre su obra, su pensar, su sentir, sus secretos, sus luces y sus sombras. Y también las nuestras.
Luego de acceder al ECA (Espacio Contemporáneo de Arte), apenas transpuesto el límite de las escalinatas que llevan al salón principal de la planta baja, una instalación escenográfica y monumental (hecha de cama, respaldo, sábanas rígidas en desorden y expandidas, mantas tersas), nos mueve la mirada hacia el recorrido.
En ese tránsito por el espacio circular iremos rasgando el velo que nos separa del ritmo de la calle en que estuvimos, para introducirnos en un "estar" que implica otro tiempo, otro ámbito, otros discursos: hemos puesto el pie más allá del dintel del mundo cotidiano y colectivo para comenzar a habitar la piel de Cecilia puertas adentro. Y es cómo un deslizarse por sus venas, apoltronarse en los humores líquidos -a veces ásperos, a veces diáfanos- de la experiencia, tragar de súbito lo no dicho. Vamos a profanarla a ella, a Cecilia vuelta obra, con nuestra mirada; porque se expone allí sin corazas, caparazones, ni armaduras.

En este ejercicio periodístico de registro le propusimos a Cecilia Carreras que fuerámos juntas recorriendo la exposición. Es que el orden en que está dispuesta, los modos de exhibir cada pieza, el montaje del concepto, y otros múltiples detalles que solo la artista sabe, les serán útiles a quienes lean esta nota para atravesar la experiencia desde otra perspectiva.
Apenas al girar nos encontramos con el texto curatorial de Carolina Rodríguez Pino. En un fragmento se lee: "(...) A modo de rito o ceremonia, Habitar la piel es una suerte de ofrenda, un cúmulo de piezas de distintos momentos que Cecilia comparte con el fin de abrir sus procesos artísticos y exhibir un largo recorrido de trabajo, de vida y exploración. Donde las instancias de ensayo y prueba han sido esenciales. Cada paso, cada intento conforman una narrativa: la del trabajo cuidado, la del tiempo y la del permiso para atender a los procesos preguntándose qué tiene estos para dar (...)".
-¿Cuándo empezaste a pensar esta muestra?
-Este año empecé a pensarla, a partir del acompañamiento de obra que Egar Murillo viene haciendo conmigo. Ya hace un año y medio que vengo trabajando con él en procesos creativos, y también con Carolina Rodríguez Pino. Con los dos, por separado, venimos trabajando en este tema. Este año arranqué con una clínica de obra con Tulio de Sagastizábal; pero en una residencia que hice en un espacio de arte en Buenos Aires. A partir de ahí empieza todo. Este cuerpo de obra empieza a partir de la residencia; pero con un trabajo previo ya con Egar.
-¿Por qué se llama "Habitar la piel"?
-El nombre surgió después de tener casi el cuerpo de obra, casi al final, no al principio. Surge esto de "Habitar la piel" como algo muy íntimo; porque vengo trabajando con habitar el territorio, habitar el espacio. Esto es más de cuerpo, diferente. Estoy haciendo danza con Graciela Conocente: el movimiento y cosas que se van generando en la danza, en el arte y en la pintura. Hay una simbiosis que fue muy importante y aparece aquí.

Decidimos con Cecilia iniciar el recorrido desde la primera obra que presenta ("Mariana y su habitar I", acrilíco sobre lienzo), en un radio que se mueve como las agujas del reloj: de derecha a izquierda.
-¿Cuándo produciste estas obras?
-Todas son de este año. Hacia el final de la exposición hay algunas de fines del 2023. Por eso es interesante el círculo, como sala. Lo último es de final del 2023, pero todo lo demás es este proyecto del 2024. Y arranca con estos trabajos que hice en la residencia en abril, en una casona de Palermo Viejo, las casas que me gustan a mí: tipo chorizo. Para mí fue ver qué me pasaba en el territorio, en el espacio, y a partir de ahí trabajar. Fue maravilloso: me empapé de eso.
-¿Y por qué estas primeras obras se llaman "Mariana"?
-Mariana es la dueña del espacio de Estación Guerrero. Es como mi Aristóbula (se refiere a su espacio de arte ubicado en Aristóbulo del Valle 332 de Ciudad). Es artista visual, y tiene también un espacio de arte. Y ahí yo hacía la clínica con Tulio. Habitar el espacio, la habitación que ella me dejó, mi taller, el barrio, todo era nuevo. Yo trabajo mucho con lo que me rodea, lo que es cercano.
-En esta nueva obra tuya, la base de expresión anterior está presente. Pero hay cosas distintas, como la inclusión del collage con publicidades...
-Sí. Eso va a empezar a aparecer en todo. Ahí yo juego con el adentro y el afuera. Empecé a trabajar con el cartel publicitario ya a fines del año pasado y lo incorporé a la obra. Empecé como a rasgar y a romper el cartel de la calle, en Buenos Aires, y está la intervención en muchos de los cuadros. Fui haciendo como un collage que a veces se nota más, a veces se nota menos.
-¿Y esta persona quién es?
-También es Mariana, con sus cosas. Y aparece el perrito de ella, Vico, sus pinceles. Y también acá hay como un cambio porque trabajé con tela, pero no en bastidor, sino tela suelta. Es muy difícil hacer el cambio del bastidor a la tela suelta. Ya venía trabajando un poco el año pasado y me gustó eso como proyecto, como más liviano, esa idea de lo no cerrado.

-Vos tenés una paleta de colores que siempre ha sido fuerte, pura. Eso persiste, pero también va cambiando a medida de que avanzamos en el recorrido.
-Sí, intensa. En esta línea de trabajo de Buenos Aires, la mantuve. Después fue como una transición. Fue como mutando acá en Mendoza... También la idea del montaje está muy pensada porque yo quería que se fuese viendo el proceso que atravesé entre Buenos Aires y Mendoza.
-¿Hay algunas obras que contienen la idea del boceto?
-Yo no boceto, pero de alguna manera son pequeñas obras que incorporo a la obra.
-Y aparece, finalmente, la cama que después será el centro de la instalación...
-Es en esta segunda obra donde aparece la cama, que es donde yo dormía. A partir de ahí empieza a aparecer la cama como algo que deriva hacia Mendoza. En ese objeto me fui centrando, en las luces y las sombras. Un espacio que yo ocupaba mucho. Formas, volúmenes, corporeidad.
Cecilia incluye en este nuevo cuerpo de obra el papel escrito, los carteles de la calle, un catálogo de la artista Leila Tschopp con la que se cruzó en esa residencia. No son papeles aislados sino que se suman a la obra como fragmentos sensibles para retener, en el recuerdo, aquello que la ha marcado. "Ahí empezó a aparecer esto también: el trabajo mío encima del de otros... Y esta cabeza (señala en la obra), que es una escultura de una artista. Todo lo que ves acá es real, existe. Yo puse algo de ese registro fotográfico. Todo está registrado", acota.
-Hay algo que se amalgama a tus trabajos en acrílico con el carbón, el collage. Y también se va poniendo más oscuro en el tránsito. ¿Puede ser un aire de ese énfasis dramático del expresionismo alemán?
-Sí, sí, es cierto, es cierto.
-¿Eso por qué? ¿Qué pasó ahí?
-No sé, no sé. El año pasado, a fin de año, hice toda la serie de las máscaras y ahí empezó a surgir ese gesto. Cuando vas haciendo ese trabajo de transformación, de mutación...
-¿Esa mutación tiene que ver más con lo racional, lo operativo de la técnica, o con tu estado de ánimo? Esto que mencionabas de la danza... ¿también se incorpora en esa mutación?
-Yo creo que sí, inconscientemente. Ahora vos me decís esto, por ejemplo... Yo recién ahora lo percibo como oscuro. Sale la gestualidad. De alguna manera cuando compongo y empiezo con los colores, creo que esto va bien, empiezo ese juego que tiene que ver más con la técnica. Lo emprendo desde ahí, no porque yo esté en ese estado de ánimo, no.
-También esta idea de la piel y sus capas... ¿Está la idea de ir llegando de a poco al corazón del decir en esta exposición?
-Sí, por eso también es importante en este trabajo el tema de las capas y los subtextos. De ahí los carteles: ¿qué dicen? Algo se percibe pero no se termina de ver claramente. Ese juego me gusta mucho: el adentro y el afuera. Yo juego mucho con el grafismo.
-Voy percibiendo, a medida que recorremos, que todo arranca de una experiencia muy enriquecedora y luminosa y va transformándose en otras cosas más complejas, menos claras, a veces sombrías. ¿Abajo de la piel hay cosas que laten que son inescrutables?
-Y yo creo, sí.

-Incluso con las máscaras, ¿qué hay detrás? Esa sombra que no queremos ver. ¿Vos te estás planteando esas cosas?
-Sí, absolutamente. Ahora sale más en el trabajo. Está como más volcado a eso. Esto es por otro camino y se muestra de otra manera a esas macrofrutas, esas flores que también son parte de mi obra.
-¿Dos partes tuyas, internas, que aunque están conectadas entre sí serían como: "esto es para el afuera", y "esto es lo que antes estaba oculto y ahora te muestro"?
-Sí, exacto. Sí, esta intimidad que resulta misteriosa... Por eso me interesan las máscaras, como una transición a lo que vino en este año.
Llegamos a un punto de la muestra en el que hay una profusión de obras, como un mural, donde se cruzan los carteles, moldes de costura, pinturas y más. Dice Cecilia: "Ahí es donde se fusiona Mendoza y Buenos Aires. Aparece el cartel publicitario, aparece la pintura, el gráfico. Y acá también trabajos que dejé sin enmarcar, otros que sí decidí tenerlos como un cuerpito de obra y enmarcados. Hay tintas, hay pruebas, acrílico muy aguado... Esas pruebas. Prueba y error. Esta producción la quiero mostrar de este modo, como obra no perfecta, no terminada".

-¿Esa es la intención de la muestra?
-Sí. Como un proceso creativo: qué me ha pasado y en qué estoy. Pero aparte, yo agarré ese concepto porque es lo que me está generando a mí la muestra.
-¿En este mural se expresa la transición que venís mencionando entre Buenos Aires y Mendoza?
-Claro. Cuando volví a Mendoza fue como un cimbronazo, de decirme: ¿por dónde sigo? Y lo interesante es la manera de montaje porque así lo tenía en el taller. Yo pegaba, ponía... Y después de eso es que se produce como una fusión. Llegué y empecé con el cartel publicitario, arrancándolo acá en Mendoza. Empecé a trabajar también con la serie de lo que tengo de naturaleza en mi propio jardín, en Aristóbula. Ahí ya hay una fusión. Y este formato circular de la sala es lo que me ha permitido expresarlo.
-¿Y por qué elegiste incluir los moldes de costura?
-Porque hay también parte de una historia familiar: de mi mamá y mi abuela. Las mujeres en mi familia han sido muy importantes. Sin embargo en la instalación de la cama, esa frazada era de mi papá: ahí está él presente. Toda esta muestra tiene mucho significado. Es muy íntima, muy mía en todo sentido; aunque sea naturaleza, hay algo fuerte de mí que se expresa allí. Las capas, los subtextos, algo que no se ve, que se deja tapar, pero que está. Y esta idea de mostrar de esta manera, así como lo están viendo. Eso también es un antes y un después para mí.
Desde ese mural repleto de fusiones que dicen y ocultan, la muestra va cambiando su paleta de colores, la cama va mutando en texturas, volúmenes: una cama revuelta, una cama en la que descansar pero también agitarse.

"Es realmente un cambio, un salto astronómico esta exposición para mí. Hay que estar todo el tiempo como alerta, ¿viste? Hay que seguir, hay que arriesgar, hay que ir más allá. Jugar con la materialidad... Está también la película de Ripstein, 'El diablo entre las piernas' presente aquí. Y empieza a aparecer esto a través de la cama, las paredes... A partir de ahí trabajé también con el personaje de esa película, a mi manera. Me gustó tomarlo de referente, así como cuando las lecturas me vienen de golpe, me inspiran algo, me motivan. Y la música ¡ni hablar! Tomo retazos, fragmentos, momentos que después hago absolutamente propios. Yo le llamo 'las apropiaciones'. Pequeñas escenas donde se transforma y se hace propio".
En estas piezas que vamos recorriendo se siente ese "otro lado" de la luz que hay en la obra de Cecilia Carreras. Como si ella ocultara algo que nos muestra en atisbos, detrás de sucesivas capas de esa piel que la divide y a la vez la conecta con el mundo. Un ritmo que se abre, se expresa, se pliega, se repliega y vuelve a expandirse. "Hay una relación muy cercana al movimiento, al baile", dice.
Llegamos al fin del círculo, que presenta a la instalación de esa cama, con sus bordados de tramas familiares custodiándola. Y nos encontramos con el texto que Egar Murillo escribió para esta exposición: "(...) Cuerpos que duermen, tal vez, bajo una luz sórdida, bultos anamórficos, sobre camas, dándole sentido existencial y no heroico; las servilletas de la familia y el coser como dibujar o pintar sobre frazadas –el objeto real– , son nuevas alternativas a su voraz interés por la expresión de los materiales. Otro rasgo, la acumulación de papeles de las publicidades callejeras, trabajados en collages donde todo es posible para llegar a su principal fin: el color, donde abstractiza si es necesario (...)".
Así es "Habitar la piel": un extenso paño circular que desnuda en partes, esconde en otras, sugiere más allá. Pero hay algo que conecta cada uno de sus tramos: la inapelable decisión de Cecilia Carreras es exhibir, por primera vez y en carne viva, eso que le cabalga en la sangre.
FICHA TÉCNICA
"Habitar la piel", de Cecilia Carreras
Lugar: Espacio Contemporáneo de Arte (9 de Julio y Gutiérrez, Ciudad).
Horario de visitas: de 8 a.m a 8 p.m, todos los días.
Cierre: Sábado 23 de noviembre, a las 18. Habrá una intervención de danza y música. Bailarina invitada: Graciela Conocente.
Entrada: libre y gratuita.


















Que lindo análisis de la muestra!
Excelente artista y ser humano!! Gracias Cecilia!! Muy buen reportaje Patricia!!
Lo que más me impacta de la muestra es el mural. Esa transición que quiere representar la artista como su transición de Buenos Aires a Mendoza, según sus propias palabras. La palabra transición que deriva del transitar nos invita a pensarla como un viaje. En este caso un viaje interior y exterior. Pero es justamente el interior de la artista y antes como persona lo que acá nos interesa. Me gusta esa irregularidad, fragmentación de distintos momentos de producción, algunos casi inacabados, casi atisbando desde un lugar propio, absolutamente íntimo. Felicitaciones Cecilia Carreras por una muestra que habla mucho de ella y de su manera de ser.